Learning how to fly

Todas las veces que Celeste mira el cielo y piensa en la nada, su corazón dibuja un agujero negro en sí mismo y todos sus sentimientos son succionados. No hay emociones, y su comportamiento es solo un acto reflejo de la habitud en la que estaba sumergida.

Muchas veces se ha preguntado cómo aquello que la hace sentirse tan mal es a la vez lo que la hace sentirse viva. Ha encontrado respuestas banales entre las nubes: el dolor es una señal de que aún no muere, de que aun le falta aprender más o que el destino se divierte con ella. Sin embargo, nada la convence.

Cuando esta yaciente sobre aquel pasto verdoso, miles de millones de recuerdos la invaden. Son tantos que no los puede contar y a veces los compara con la infinidad de estrellas que hay en el cielo. Es ahí cuando se da cuenta que han pasado horas, pero ella sigue contemplando el firmamento.

Quiere volar, quiere tener alas blancas y grandes para buscar una respuesta entre todos esos conjuntos de cristales de hielo suspendidos en el aire. Celeste se decepcionaría si, a pesar de transformarse, no encontrara la fuente que calme sus dudas.

Cada domingo, el mundo real le regala rosas blancas. Ella las contempla sin entender su significado, pero luego lo olvida y las huele. El aroma la invade de pies a cabeza y siente que puede volar, pero es ahí cuando llueve, llueve tan fuerte que es imposible elevarse en tal tormenta. Para ella, los domingos son agridulces.

A su mente llegan imágenes escalofriantes y estremecedoras. Sus pesadillas relatan un accidente aéreo, donde una pequeña cae por los aires. Pero ella no llora, solo ríe, ríe sin parar hasta que lentamente aterriza sobre un pasto verdoso, como en el que Celeste yace.

La verdad es que esa pequeña es Celeste. Ha muerto hace ya un par de años atrás. Pero nadie le ha dicho nada. Ni las mariposas ultravioletas, ni las mariquitas psicodélicas.. ¡ni los pájaros tornasol! Todos aman verla tan neutra pues es como si toda la magia del universo se concentrara en ella. Es difícil de explicar, pero hermoso de admirar.

Los domingos, sus amigos lloran por ella y le regalan rosas blancas. Sus favoritas. Pero ella ha olvidado todo, su pasado ha muerto, el presente no existe y el futuro es infinito. Celeste no lo sabe, pero ella flota en el tiempo. La continuidad de las horas, los minutos, los segundos... eso no existe. Lo único real eran las dudas que aún la perseguían, y ese es el misterio eterno que al final la destruirá aunque ahora sea inmortal.

3 comentarios:

Ernesto Riveros Barrientos dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ernesto Riveros Barrientos dijo...

Uno de los mejores cuentos que has hecho, me gustó muchísimo.

B. dijo...

graciaaaaaas!