Coelho y la noche (des)estrellada.

Sus ojos a penas podían mantenerse abiertos. Sentía un ardor, un dolor agudo que no le permitía ver todo con claridad, pero sabía que hora era. Las 3 am, estaba segura, y sabía que debía dormir, pero los fantasmas de su imaginación no la dejaban.
La ansiedad la estaba matando, sus manos húmedas tratando de ocultarse tras las mil sábanas que la cubrían esa madrugada de verano.

El tic tac del reloj se fue acelerando, y su estómago empezaba a rugir como un león. Bajó las escaleras, despacio, como evitando despertar a alguien, pero no había nadie. Tomó de la refrigeradora un vaso de yogurt, y volvió a su cuarto.

El cielo estaba despejado, un azul eléctrico que nunca antes había contemplado. Estaba asombrada, y se preguntaba por qué nunca se había quedado despierta para apreciarlo. "¡Qué cosas tan bellas ocurren mientras duermo" - dijo. Así que, en un intento de suicidio (para volver a renacer de entre sus cenizas) se sentó en el borde de la ventana del segundo piso, descalza, con el vaso de yougurt entre las manos. Ese fue el día en el que la pequeña se dio cuenta no queria ser igual a los demás, que tal vez tener los ojos irritados y la cabeza dándole vueltas no era tan mal. "Un par de sacrificios para ser un poco más felices no cae nada mal".

Ahora esa pequeña se ha convertido en una escritora nocturna, pero es un secreto. Ha reemplazado los yogurts por teclas, y ahora no es su estómago el que ruge, sino su corazón por las ansias de escribir. 


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