Nadie había tocado esos cuadros coloreados con acuarelas de recuerdos. Nadie se había parado a analizarlos cautelosamente hasta que mi curiosidad lo hizo. Obviamente no fue intencional provocarles tal mal, pero sí estuvo planeado preguntar. Necesitaba detalles, pistas que me llevaran por los longuísimos pasadizos que jamás recorrí.
Nadie tomo mi mano a pesar que estaba temblando. Nadie me abrazó a pesar que mi voz se quebraba. Era cuestión de sacar la cabeza por la ventana, respirar hondo y volver al museo de arte.
Luego del prolongado paseo por cada rincón, tenía mucho que decir, pero las palabras simplemente no brotaban.
Guardé los secretos en semillas, las sembré en macetas que ahora adornan mi casa, pero simplemente nadie se detienen a contemplar la belleza de esas flores.
Simplemente, ya no sé qué es más triste, si los recuerdos o la apatía de los humanos.

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