Fracturación del Hueso Convencional

Nunca me había sentado a escribir en este lugar.
La música clásica que retumbaba en mis oídos silenciaba el bisbiseo de mi alrededor; el cielo celeste opaco no tenía nada de particular, mas las aves que volaban como danzando le daban una magia única; y los edificios que a lo lejos se observan, como una especie de fondo con velo gris, me recuerda que los días de invierno no se irán tan pronto.

Desde la altura de este edificio puedo contemplar los árboles que se encuentran abajo, en la ciudad, luciendo la verdura en sus copas que resaltan el paisaje, dandole un contraste especial: es como un brochazo de pintura verde en un cuadro gris.

Me da miedo asomarme por el ventanal. El castillo que se encuentra debajo es la materialización de la magneficencia del hombre y del amor de Dios.
He podido apreciar aquella majestuosa obra de arte, pero su espelendor me hace miserable. El enorme pino descuidado y algo seco, los árboles desnudos y esqueléticos, y la brisa recogiendo las hojas naranjas que yacen sobre el pasto... todo es hermoso.

Una vez soñé que fui invitado a una de esas fiestas que suelen hacer en tan lujoso castillo. Los hombres en terno, las mujeres en elegantes vestidos y los niños corriendo sin parar, ensuciandose los trajes.
El rey salió a saludar a todos: el siempre tan amigable y bondadoso. Lo curioso de la situación, es que la reina no había aparecido en toda la mañana y las expectativas de todos estaban centradas en ella.
Una joven pelirroja se acercó a mí y me colocó una corona. No entendía que pasaba. Todo estaba en perfecto silencio, pero los ojos de los espectadores decían más que mil palabras.

- No tengas miedo. Bienvenido a casa, principe.

Pero todo es producto de los alucinógenos que he estado consumiendo. Nunca deberían confiar en una persona como yo. Inclusive, ahora creo que empiezo a detestar el verde de los árboles. Sólo me producen ganas de vomitar.

1 comentario:

Macario dijo...

Yo creo que la gente deberia confiar en ti.